El café, esa bebida aromática y vigorizante que muchos de nosotros consumimos religiosamente cada mañana, es amada por su capacidad para proporcionar una dosis tempranera de energía y enfoque. Sin embargo, existe una creencia común de que beber café por la mañana no afecta nuestra calidad de sueño nocturno. ¿Qué dice la ciencia al respecto?
La cafeína, un estimulante presente en alimentos como el cacao y, especialmente, en el café, tiene un mecanismo de acción que interfiere con la adenosina, una sustancia química que promueve la somnolencia. Al bloquear la acción de la adenosina, la cafeína nos mantiene despiertos y alerta. Esta es la razón por la que muchas personas recurren al café para combatir la fatiga y mantenerse concentradas durante el día.
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El problema con la cafeína radica en su consumo en horas cercanas a la hora de dormir. Aunque las recomendaciones varían, lo más importante es la cantidad de cafeína que hemos consumido hasta ese momento y nuestra tolerancia personal a ella.
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Un estudio reveló que incluso tomar una taza de café matutino, que contiene alrededor de 200 mg de cafeína, puede tener un impacto en la calidad del sueño si no estamos acostumbrados a esa cantidad. Los participantes del estudio eran consumidores habituales de una o dos tazas de café al día. Aquellos que tomaron el equivalente a un expreso doble (200 mg de cafeína) a las 7 de la mañana experimentaron una alteración en la actividad cerebral a las 11 de la noche, momento en que se fueron a dormir, y su eficiencia en el sueño fue menor en comparación con los que no habían consumido esa cantidad de cafeína.
Esto sugiere que incluso el café de la mañana puede tener un efecto en nuestra calidad de sueño si no estamos adaptados a esa cantidad de cafeína. La cafeína es una sustancia que crea dependencia, y cuanto más consumimos, más necesitamos. Esto puede convertirse en un círculo vicioso en el que necesitamos más cafeína para mantenernos alerta durante el día, pero al mismo tiempo, esa cafeína puede interferir en nuestra calidad de sueño, lo que nos lleva a necesitar aún más café al día siguiente.
No se trata de eliminar la cafeína por completo, sino de consumirla de manera consciente y moderada para evitar que afecte negativamente nuestro sueño. Si sientes que te has vuelto muy dependiente de la cafeína, una estrategia efectiva es reducir gradualmente su consumo durante una semana para eliminar las adaptaciones que has desarrollado. Es posible que experimentes dolores de cabeza durante este proceso, pero es un síntoma común de la abstinencia de cafeína y generalmente desaparece en unos días.