El estrés laboral es un tipo de afectación que se produce por un entorno laboral de presiones, saturación de trabajo y conflictos que afectan la salud de los empleados, en particular se genera un desequilibrio entre la vida personal y el trabajo.
De acuerdo con el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) el estrés es “potencialmente contagioso, ya que estar cerca o visualizar a otras personas en situaciones de estrés, puede aumentar los niveles de cortisol del observador”.
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En ese tenor, Jacques Giraud, experto en desarrollo de organizaciones indicó la necesidad de contar con un mejor balance entre la vida personal y el trabajo, e incluso tener un descanso en la estructura productiva.
Durante el primer Congreso Iberoamericano contra el Burnout, especialistas señalaron la urgencia de brindar a los trabajadores herramientas que prevengan este síndrome, pues las afectaciones físicas, cognitivas, emocionales y conductuales son un factor determinante en la pérdida de talento.
¿Cuáles son los síntomas del burnout?
Si bien las empresas tienen la responsabilidad de que los empleados cuenten con seguridad y así evitar riesgos laborales con el cumplimiento de Normas Oficiales, la realidad es que muy posiblemente ya existan empleados que tengan este padecimiento, según información del IMSS los efectos para identificar este padecimiento se dividen en cuatro categorías.
- Emocionales: ansiedad, miedo, irritabilidad, mal humor, frustración, agotamiento, impotencia, inseguridad, desmotivación, intolerancia.
- Conductuales: disminución de la productividad, cometer errores, reportarse enfermo, dificultades en el habla, risa nerviosa, trato brusco en las relaciones sociales, llanto, apretar las mandíbulas, aumento del consumo de tabaco, alcohol y otras sustancias.
- Cognitivos: dificultad de concentración, confusión, olvidos, pensamiento menos efectivo, reducción de la capacidad de solución de problemas, reducción de la capacidad de aprendizaje.
- Fisiológicos: músculos contraídos, dolor de cabeza, problemas de espalda o cuello, malestar estomacal, fatiga, infecciones, palpitaciones, respiración agitada, aumento de la presión sanguínea, agotamiento, mayor riesgo de obesidad y de problemas cardiovasculares, deterioro en la memoria, y problemas de sueño.
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