Un nuevo estudio ha revelado información sobre el alarmante fenómeno que está transformando los ríos cristalinos de Alaska en flujos de agua de un inquietante color naranja. Los investigadores han descubierto que el cambio climático, al acelerar el derretimiento del permafrost, está provocando la liberación de minerales que han estado congelados durante milenios, desencadenando reacciones químicas que acidifican y decoloran el agua. Este fenómeno no solo está alterando la apariencia de los ríos, sino que también está creando "zonas muertas" que asfixian la vida acuática y amenazan la salud de las comunidades locales.
El impacto del permafrost derretido
El permafrost de Alaska, vastas extensiones de tierra que han permanecido congeladas durante miles de años, está descongelándose debido al aumento de las temperaturas globales. Este descongelamiento está liberando minerales como óxidos de hierro y sulfuro de hierro, que al oxidarse en contacto con el aire y el agua, forman óxidos de hierro y ácido sulfúrico. Estas sustancias son responsables del característico color naranja de los ríos y de la acidificación del agua, haciéndola tan ácida como el vinagre.
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El Dr. Timothy Lyons, geoquímico y coautor del estudio, explicó que estas transformaciones pueden ocurrir en cualquier lugar donde el permafrost se esté derritiendo. "Este proceso puede ocurrir en teoría en cualquier lugar donde haya ese tipo de rocas debajo", señaló Lyons. Las rocas involucradas, conocidas como esquistos, contienen minerales como la pirita que pueden oxidarse fácilmente, y estos minerales están presentes en muchas regiones del hemisferio norte.
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Consecuencias devastadoras para el ecosistema
El estudio, publicado en la revista Communications Earth & Environment, documentó la extensión de los daños a lo largo de más de 620 millas de ríos y arroyos en Alaska, desde la cuenca del río Noatak hasta el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico. Los investigadores, utilizando imágenes de satélites IKONOS y datos de campo, observaron que el agua que fluía a través de estos cuerpos de agua se asemejaba al "jugo de naranja lechoso" y emitía un olor desagradable comparable a toallas mohosas y vegetales podridos.
El Dr. Jon O'Donnell, ecologista del Servicio de Parques Nacionales y autor principal del estudio, advirtió que esta acidificación está matando a los peces y oscureciendo la vegetación, dejando un paisaje devastado similar al de un incendio forestal. Además, esta transformación amenaza los medios de vida de las comunidades rurales que dependen de estos ríos para obtener agua potable y alimentos. O'Donnell destacó que las poblaciones de peces, esenciales para la subsistencia de muchas comunidades, están disminuyendo drásticamente debido a las condiciones tóxicas del agua.
El problema no se limita a Alaska. En la vasta extensión de la tundra siberiana de Rusia, los científicos han documentado la liberación de metano y mercurio tóxicos, así como antiguos virus "zombies", debido al derretimiento del permafrost. Estos descubrimientos subrayan la magnitud de la amenaza que el cambio climático representa para los ecosistemas de todo el mundo.
Soluciones y desafíos
Aunque existen métodos para neutralizar la acidificación de los ríos mediante la adición de compuestos básicos como la cal y la piedra caliza, la escala del problema en Alaska hace que estas soluciones sean difíciles de implementar a gran escala. El Dr. Lyons señaló que, si bien es posible controlar la acidificación en áreas más pequeñas y específicas, como las minas, el problema del permafrost derretido es mucho más extenso y complejo.
El Dr. Michael Carey, biólogo de peces del Centro de Ciencias de Alaska del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS), destacó la falta de una estrategia clara para abordar el problema del permafrost derretido. Carey explicó que el USGS está proporcionando datos cruciales para que las comunidades locales puedan gestionar la situación, pero que se necesita una acción coordinada y significativa a nivel global para enfrentar los efectos del cambio climático.
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