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¿La presidenta o la presidente? La RAE aclara la forma correcta

Claudia Sheinbaum, tras asumir el cargo de titular del Poder Ejecutivo en México, ha expresado públicamente su preferencia por ser denominada “presidenta”, y no “presidente”

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En su primer día como titular del Poder Ejecutivo, Claudia Sheinbaum Pardo tomó posesión como la primera mujer presidenta de México, un momento histórico que no solo marca un cambio político en el país, sino que también pone de relieve una discusión lingüística que ha sido tema de debate durante años: ¿Se debe usar el término "presidenta" o "presidente" cuando se refiere a una mujer en ese cargo?

Durante su discurso inaugural, Sheinbaum reiteró la importancia de que la población la reconozca como "presidenta", con "A", en un acto de respeto hacia el pasado de las mujeres y las luchas que han librado para acceder a puestos de alto nivel, tradicionalmente dominados por hombres. Al optar por esta denominación, no solo resalta la feminización de un cargo que históricamente ha sido masculino, sino que también subraya la relevancia del lenguaje como herramienta de inclusión y reconocimiento.

Sheinbaum, al destacar su deseo de ser llamada "presidenta", no "presidente", revive un debate que ha sido discutido tanto en foros académicos como en conversaciones cotidianas. La Real Academia Española (RAE), como institución encargada de velar por la unidad y corrección del idioma, ha abordado este tema en numerosas ocasiones, y su postura actual es clara.

¿Qué dice la RAE?

La RAE ha dejado en claro que ambas formas, "presidenta" y "presidente", son correctas para referirse a una mujer que ocupa este cargo. Sin embargo, en los últimos años, ha indicado que el uso de "presidenta" es la opción preferible. Este término, femenino en su construcción, está registrado en el diccionario desde la edición de 1803 y es considerado válido y adecuado para aludir a mujeres que ostentan dicho título.

El uso de "presidenta" no es un caso aislado. La lengua española cuenta con múltiples ejemplos de sustantivos que han evolucionado hacia una forma femenina cuando se refieren a una mujer en determinados roles. Palabras como "asistenta" o "infanta" siguen el mismo patrón. La RAE explica que, si bien algunas palabras terminadas en "-nte", como "estudiante", se consideran comunes en cuanto al género (es decir, que no cambian de forma entre masculino y femenino), en el caso de "presidenta", su feminización es aceptada y recomendada.

El Diccionario de la Real Academia Española refleja este cambio, y la institución invita a usar el término "presidenta" cuando se hable de una mujer que ejerza el cargo. Ejemplos como "La presidenta Michelle Bachelet impulsó reformas significativas en Chile" o "Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander, ha liderado la institución con éxito", evidencian la consolidación de este uso en el ámbito público y mediático.

El lenguaje no solo es un reflejo de la realidad, sino que también tiene el poder de moldearla. En un contexto donde las mujeres luchan por alcanzar la paridad en todos los sectores, el uso correcto y respetuoso del lenguaje se vuelve esencial. Referirse a una mujer como "presidenta" no es un simple tecnicismo; es un reconocimiento de su papel en la esfera pública y de los avances sociales que permiten que, finalmente, una mujer ocupe puestos de poder.

La RAE, fundada en 1713, tiene como misión principal preservar la unidad del español y asegurar que el idioma evolucione sin perder coherencia. A lo largo de los siglos, ha sido criticada por su lentitud en aceptar ciertos cambios o términos populares, pero su objetivo es siempre mantener el equilibrio entre el respeto por la tradición y la adaptación a las nuevas formas de hablar.

En los últimos años, la creación del Observatorio de Palabras en 2020 ha sido un paso hacia la modernización. Este espacio ofrece información sobre palabras y expresiones que aún no aparecen en el Diccionario de la Lengua Española, incluyendo neologismos, tecnicismos y regionalismos. El objetivo es permitir que la lengua siga evolucionando sin perder su esencia, y reflejar así los cambios sociales y culturales que impactan la manera en que nos comunicamos.

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