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Impacto de la Inteligencia Artificial: ¿Qué tan sostenible son sus centros de datos?

La IA es un avance tecnológico que ha facilitado la vida de muchas personas que se benefician de su uso; sin embargo, su sostenibilidad podría tener un impacto global.

¿La IA será sostenible en algunos años?Créditos: Especial
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“Los centros de datos son la columna vertebral de la economía digital. Su crecimiento, impulsado por la inteligencia artificial, abre oportunidades, pero también impone retos enormes en materia de energía, sostenibilidad y capacidad técnica", explica McKinsey & Company.

Cuando le hacemos una pregunta a un chatbot como ChatGPT y recibimos la respuesta en cuestión de segundos, la experiencia puede parecer mágica, pero no lo es. Detrás de esa velocidad hay una infraestructura colosal, con miles de servidores trabajando al mismo tiempo, consumiendo cantidades enormes de energía, enfriándose de forma continua y transmitiendo datos a través de cables que cruzan ciudades, países y océanos.

El corazón de este proceso lo constituyen los centros de datos. Son instalaciones tecnológicas que hacen posible desde que guardemos fotos en el celular hasta que un asistente virtual entienda y responda una consulta compleja.

La consultora McKinsey & Company, en su artículo “What is a data center?” (julio 2025), explica con claridad qué son, por qué están creciendo a un ritmo sin precedentes y qué retos enfrentan en esta era dominada por la inteligencia artificial (IA). A continuación expongo las ideas de esta empresa que me parecieron más importantes.

Qué es realmente un centro de datos

Un centro de datos puede imaginarse como una combinación entre una biblioteca, una oficina de mensajería y una planta de energía, pero dedicada a la información digital. Es como una biblioteca porque almacena cantidades colosales de datos: desde fotos y documentos hasta películas, historiales médicos o transacciones bancarias.

Funciona como mensajería porque recibe información y la envía a usuarios de todo el mundo en milésimas de segundo. Y opera como una planta de energía porque necesita un suministro eléctrico constante y seguro para no detenerse jamás. En su interior encontramos servidores que procesan la información, discos de almacenamiento que la guardan y dispositivos de red que la transportan.

Todo esto se sostiene con una infraestructura compleja: sistemas de aire acondicionado industrial para evitar que el calor dañe los equipos, estabilizadores eléctricos y baterías que entran en acción si hay un apagón, y conexiones de fibra óptica que permiten que los datos viajen a velocidades altísimas. Además, la seguridad es extrema: accesos restringidos, cámaras de vigilancia y sistemas contra incendios que protegen tanto el equipo como la información.

Cada vez que vemos una serie en Netflix, hacemos una videollamada con nuestra familia o revisamos el correo electrónico del trabajo, estamos utilizando —sin darnos cuenta— uno o varios centros de datos.

El papel de la IA en su expansión

La IA es hoy el principal motor de crecimiento para los centros de datos. McKinsey estima que para 2030 se necesitarán 6.7 billones de dólares en inversiones globales para satisfacer la demanda creciente de cómputo, y que el 70% de ese crecimiento provendrá de cargas de trabajo relacionadas con IA.

Las aplicaciones de IA generativa, como ChatGPT, Copilot o Gemini no solo responden preguntas; también redactan textos complejos, generan imágenes, analizan documentos extensos o programan código. Cada una de estas tareas exige cálculos masivos que deben ejecutarse en segundos, y eso solo es posible gracias a miles de chips especializados trabajando simultáneamente.

Hace apenas una década, un centro de datos de 30 mega watts se consideraba gigantesco; hoy es habitual hablar de campus que alcanzan los 200 mega watts, suficiente energía para abastecer decenas de miles de hogares. Y no solo son más grandes: los servidores especializados en IA han duplicado su consumo eléctrico en los últimos dos años y se espera que lo cuadrupliquen para 2027.

La comparación cotidiana sería esta: si pedirle a una IA que escriba un ensayo de mil palabras fuera como encender una licuadora industrial durante unos segundos, entrenar un modelo de IA como ChatGPT equivaldría a encender al mismo tiempo todas las licuadoras de una ciudad entera.

Los gigantes detrás de la demanda

Los llamados hiper-escaladores —Amazon Web Services, Google Cloud, Microsoft Azure y Meta— son los principales responsables de esta expansión. Ellos alojan no solo sus propios modelos de IA, sino también los de empresas como OpenAI. Controlan más de la mitad de los centros de datos listos en el mundo y se espera que para 2030 alojen hasta el 65% de las cargas  en Europa y Estados Unidos.

Nuevos retos técnicos

El diseño de los nuevos centros preparados para IA enfrenta tres grandes desafíos. El primero es la ubicación y el suministro eléctrico. Las zonas que tradicionalmente concentran centros de datos, como Virginia del Norte o Santa Clara, en California, empiezan a saturarse. Es como querer enchufar cien refrigeradores nuevos en una casa donde ya todos los contactos están ocupados.

El segundo reto es la refrigeración: los chips de IA generan tanto calor que el enfriamiento por aire ya no basta. La industria avanza hacia sistemas de refrigeración líquida, similares al radiador de un automóvil pero a gran escala, con tecnologías que van desde enfriar directamente el chip hasta sumergir por completo los equipos en líquidos especiales.

El tercer reto es la distribución eléctrica interna: las cargas son tan altas que requieren cables, interruptores y transformadores de mayor capacidad, algo parecido a cambiar las tuberías de nuestra casa por las que abastecen un rascacielos.

La otra mitad del trabajo: tareas no relacionadas con IA

Aunque la IA acapara los titulares, gran parte de la actividad en los centros de datos sigue estando dedicada a tareas tradicionales. Ahí se alojan sitios web, se gestionan correos electrónicos, se almacenan copias de seguridad de empresas y se soportan videojuegos en línea. Estas tareas demandan menos potencia y refrigeración, lo que permite que los centros dedicados a ellas sean más simples y menos costosos de operar.

Retos regionales y limitaciones

En Europa, las limitaciones de energía, las preocupaciones medioambientales, la falta de terreno disponible y la escasez de técnicos eléctricos calificados complican el panorama. En algunos mercados, conectar un nuevo centro a la red puede tardar cinco años o más.

En Estados Unidos, los problemas principales son el acceso a energía y la falta de mano de obra calificada, a lo que se suman las incertidumbres derivadas de aranceles y cuellos de botella en la cadena de suministro. Para visualizarlo, basta pensar en lo que ocurriría si quisiéramos abrir un restaurante y nos dijeran que no podremos conectarlo a la red eléctrica hasta dentro de cinco años: eso es lo que muchos desarrolladores de centros de datos viven hoy.

Oportunidades para otros sectores

Este crecimiento acelerado abre oportunidades para industrias muy distintas. Las empresas energéticas pueden invertir en generación renovable o en soluciones fuera de la red principal, como pequeñas plantas nucleares o energía geotérmica para alimentar centros directamente.

El sector inmobiliario puede comprar terrenos estratégicos, desarrollar instalaciones y alquilarlas a empresas tecnológicas, o incluso ofrecer el modelo de “co-location”, donde se construye el edificio, se asegura la conexión eléctrica y de datos, y luego se arrienda a quien necesite instalar su equipo.

Las compañías de telecomunicaciones, por su parte, pueden aprovechar su experiencia y cobertura para tender fibra óptica, ofrecer capacidad de cómputo como servicio o incluso construir sus propios centros para atender las necesidades de la IA y el 5G. Sería como si, además de proveer la autopista, también pusieran a disposición el coche para circular por ella.

El dilema energético y ambiental

Uno de los puntos más críticos es el dilema energético y ambiental. La IA, y por extensión los centros de datos, requiere cantidades masivas de energía. Si la expansión no se acompaña de una transición a fuentes limpias, el impacto sobre el planeta será considerable.

Los hiper-escaladores ya han asumido compromisos climáticos que implican garantizar cientos de tera watts-hora de energía renovable en la próxima década, lo que abre la puerta a una expansión acelerada de la energía solar, eólica, geotérmica, nuclear y otras fuentes bajas en carbono.

¿Por qué nos afecta a todos? Lo que quizá no siempre percibimos es que todo esto nos afecta de forma directa. Cada vez que guardamos un video en la nube, escuchamos música en Spotify o usamos el GPS para encontrar una dirección, estamos utilizando un centro de datos.

Nuestra vida cotidiana depende ya de su buen funcionamiento, y cuanto más dependemos de servicios digitales, más críticos se vuelven. Si mañana fallara un centro de datos de gran tamaño, podríamos quedarnos sin acceso a correos, fotos o incluso a operaciones bancarias.

Conclusión: la fábrica del futuro ya está aquí

McKinsey lo resume con precisión: los centros de datos son la columna vertebral de la economía digital. Su crecimiento, impulsado por la inteligencia artificial, abre oportunidades, pero también impone retos enormes en materia de energía, sostenibilidad y capacidad técnica.

No veremos estas instalaciones en nuestras calles como vemos una tienda o una fábrica, pero su impacto será tan decisivo como cualquier infraestructura física. Son las centrales eléctricas de la información, y su expansión determinará hasta dónde llegará la revolución digital.

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Las opiniones expresadas son personales del autor y no constituyen recomendaciones de inversión; las inversiones en tecnologías novedosas son de muy alto riesgo y cabe la posibilidad de que todos los recursos destinados a ellas podrían perderse.