LA NADA Y UNO

¿Cómo funciona el algoritmo secreto de las redes sociales y cómo usarlo a tu favor?

Cada tipo de interacción que se puede tener con un “post” —dar “me gusta”, comentar, compartir— tiene un valor en puntos que califican las redes sociales. Después, sus algoritmos calculan qué probabilidad hay de que realicemos cada interacción. Las redes multiplican ambas cosas y suman los resultado

¿El algoritmo lo controlamos o condiciona lo que vemos?Créditos: Especial
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¿Alguna vez se ha preguntado por qué ve ciertos posts en Facebook, TikTok o X (antes Twitter) y no otros? ¿Por qué una foto del cachorro de nuestra amiga aparece antes que el ascenso laboral de nuestro primo… pero también antes que noticias importantes? No es casualidad ni azar: es el resultado de un algoritmo, una fórmula matemática diseñada para mantenerle mirando la pantalla el mayor tiempo posible.

Aunque las redes sociales suelen hablar de “conectar al mundo” o “mostrarle lo que más le importa”, en realidad la lógica que organiza nuestro “feed” responde a un cálculo frío, simple y muy eficaz. Y ahora sabemos bastante bien cómo funciona gracias a filtraciones, investigaciones periodísticas y hasta un par de escándalos corporativos.

Cuando el algoritmo salió a la luz

En enero de 2021, Facebook publicó en su blog de ingeniería una entrada “explicando” cómo funciona su “news feed”. Incluía una fórmula llena de símbolos y letras, pero sin aclarar qué significaba buena parte de ellos. Para muchos fue como ver sombras en la pared de la caverna de Platón: una pista de lo que en verdad ocurría, pero sin acceso a la realidad completa.

Ocho meses después, la historia cambió. Frances Haugen, exgerente de producto en Facebook, filtró más de diez mil páginas de documentos internos. Entre revelaciones en torno a los daños que causa Instagram en la salud mental de adolescentes y privilegios especiales para usuarios VIP, había también pistas sobre la manera en que funcionaba realmente el motor de recomendación de contenido.

El periodista Will Oremus, de The Washington Post, unió las piezas del rompecabezas: la misteriosa fórmula no era otra cosa que un sistema de puntuación basado en probabilidades de interacción.

La fórmula: una suma con trampa

El método es sencillo de describir: cada tipo de interacción que puede usted tener con un “post” —dar “me gusta”, reaccionar con un emoji, comentar, compartir— tiene un valor en puntos que califican las redes sociales. Después, el algoritmo calcula qué probabilidad hay de que usted realice cada interacción. Multiplica ambas cosas y suma los resultados. El “post” con mayor puntaje, sube al “feed”. El de menor puntaje, baja de él.

Ejemplo: si un “me gusta” vale un punto, un corazón vale 5 y un comentario vale 30, el “post” que más probablemente comente usted tendrá más visibilidad en su “feed” que aquel al que simplemente le haya dado un “like”.

Este sistema explica cosas curiosas. Si comentamos una publicación de nuestro tío, quien difunde teorías de la conspiración sobre el COVID, aunque sea para corregirlo, el algoritmo interpreta que ese contenido genera para nosotros interacciones valiosas. ¿Resultado? No solo veremos más publicaciones similares de nuestro tío, sino también de otras cuentas que compartan el mismo tipo de ideas. Es decir, nuestro intento de “educar” puede terminar amplificando justo lo que queríamos combatir.

La ira vende (y el algoritmo lo sabe)

Aquí está la parte incómoda: el sistema no distingue entre interacciones “positivas” o “negativas”. Un comentario indignado suma exactamente igual que uno entusiasta. Para el algoritmo, lo único importante es que nos involucramos.

Eso explica por qué en ocasiones nuestro “feed” se llena de contenido que nos causa molestia o nos enfurece. No es que la red social quiera irritarnos por pura maldad, pero sí ha aprendido que la indignación es un poderoso motor de atención. Si una publicación provoca que escribamos tres párrafos furiosos, el sistema asume que es relevante para nosotros… y para otros con intereses similares.

TikTok: diferente fachada, misma esencia

TikTok, con su estética juvenil y videos cortos, parece otro mundo. Sin embargo, documentos internos revelaron que su ecuación se parece mucho a la de Facebook:

  • Probabilidad de que otorgue un “me gusta” × valor del “me gusta”
  • Probabilidad de que comente × valor del comentario
  • Segundos que se espera que veamos el video × valor por segundo
  • Probabilidad de que reproduzcamos el video × valor de la reproducción

El tiempo de visualización es clave. Por eso abundan videos con textos como “espera hasta el final” o “no vas a creer lo que pasa”. Incluso hay clips en los que no ocurre nada especial, pero logran que los repitamos varias veces. Cada segundo extra eleva la puntuación del video y lo empuja hacia más pantallas.

En TikTok, como en Facebook, si no queremos ver más de algo, la regla de oro es clara: no lo reproduzcamos, no lo repitamos y no lo comentemos. El algoritmo no entiende nuestras acciones como “esto no me gusta”; las interpreta como “esto me hace quedarme aquí”.

X (Twitter) y la fórmula universal

En marzo de 2023, parte del código de X se hizo público. ¿La gran sorpresa? Ninguna, en realidad también usa una suma ponderada de probabilidades de interacción. La conclusión es inevitable: casi todas las plataformas funcionan con la misma lógica matemática, variando solo en el “valor” que asignan a cada acción.

El pollo frito y las redes sociales

Noah Giansiracusa, autor del artículo publicado en TIME sobre el cual me he basado para redactar esta columna, propone una metáfora peligrosa. Imaginemos que en nuestra ciudad hay un KFC. Un día pasamos por ahí, tentados, y compramos algo. Al día siguiente, el local aparece una cuadra más cerca. Seguimos cediendo a la tentación, y pronto el KFC está frente a nuestra casa. Terminaremos comiendo pollo frito más de lo que deberíamos.

Las redes sociales hacen lo mismo: acercan cada vez más el tipo de contenido con el que interactuamos, ya sea nutritivo o solo basura digital. Y cuanto más lo consumimos, más lo promoverán en nuestro “feed”. Es un ciclo que se retroalimenta sin fin. ¿Cómo recuperar el control? La buena noticia es que, aunque no podemos cambiar los valores que las empresas asignan a cada tipo de interacción, sí podemos influir en las probabilidades que el algoritmo estima acerca de nosotros.

Algunas estrategias simples:

  • Ignorar lo tóxico: No comente ni reaccione a contenido que no quiere ver más, aunque lo haga indignarse.
  • Interactuar con lo que sí quiere: de “me gusta”, comente y comparta publicaciones que le parezcan valiosas o constructivas.
  • Ser consciente del tiempo: en TikTok o Instagram Reels, abandone rápido los videos que no le interesan, evite que el sistema los clasifique como relevantes para usted.
  • Romper el ciclo: si nota que su “feed” se llena de un solo tipo de contenido, busque y participe en temas diferentes para “enseñarle” al algoritmo otros intereses.

Un acto de resistencia digital

Podemos pensar en este uso consciente como un pequeño acto de rebeldía. Las empresas quieren maximizar nuestro tiempo de pantalla porque de eso viven. Pero cada click, cada segundo de reproducción y cada comentario es una señal que nosotros controlamos. En lugar de alimentar la máquina con lo que nos enfurece o entristece, podemos darle combustible para mostrar lo que nos nutre.

Esto no significa renunciar a debatir o a señalar lo falso, pero sí elegir los espacios y formas para hacerlo. A veces es mejor responder en persona, por mensaje privado o en un foro específico, en lugar de dejar un comentario público que, en términos algorítmicos, es igual a dar un aplauso de pie al contenido que detestamos.

Conclusión: saber para decidir

El “secreto” detrás de Facebook, TikTok, X y probablemente de todas las redes sociales modernas no es tan misterioso: se trata de una simple suma de interacciones ponderadas. Lo poderoso —y peligroso— es la forma en que esa suma se convierte en una imagen distorsionada de nuestros hábitos.

La próxima vez que se encuentre a punto de comentar una tontería solo para “poner las cosas en claro”, recuerde que, para el algoritmo, ello es como decir “dame más de esto, por favor”. Y si un video ridículo lo tienta a verlo por tercera vez, piense si realmente quiere que su futuro “feed” esté lleno de más de lo mismo.

Las redes sociales no son neutrales, pero nosotros tampoco somos impotentes. Con un poco de autocontrol y estrategia, podemos hackear el sistema a nuestro favor. La pregunta es ¿estamos dispuestos a dejar de alimentar a la bestia, aunque nos cueste ignorar la provocación?

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Por Emilio Carrillo Peñafiel, socio de Pérez Correa-González, abogado especializado en temas de financiamiento, tecnología y fusiones y adquisiciones. X: @ecarrillop | Sitio web: pcga.mx Las opiniones expresadas son personales del autor y no constituyen recomendaciones de inversión; las inversiones en tecnologías novedosas son de muy alto riesgo y cabe la posibilidad de que todos los recursos destinados a ellas podrían perderse.