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¿La IA "vende puro humo"? Los 5 indicadores económicos que sugieren el riesgo de ser una burbuja

Según el analista británico Azeem Azhar, la inteligencia artificial aún no es una burbuja pero podría convertirse en una si no se vigilan ciertos indicadores económicos.

¿La IA es el negocio del futuro?Créditos: Especial
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El analista británico Azeem Azhar, fundador de la plataforma Exponential View, propone un método riguroso —y sobre todo útil— para saber si el auge actual de la inteligencia artificial (IA) es una auténtica revolución tecnológica o una burbuja inflada por expectativas desbordadas.

En lugar de caer en los extremos del optimismo ingenuo o el escepticismo fatalista, Azhar sugiere un enfoque más clínico: observar cinco indicadores económicos que en el pasado anticiparon tanto expansiones como colapsos. La IA, insiste, no debe juzgarse por percepciones o titulares, sino por datos.

El entusiasmo no basta

El entusiasmo por la IA es innegable. Las inversiones crecen a un ritmo vertiginoso; los gigantes tecnológicos construyen centros de datos como si fueran nuevas refinerías digitales; y surgen start-ups con valuaciones que hace apenas una década habrían parecido absurdas.

Pero la historia económica enseña que toda ola de innovación llega acompañada de excesos. Pasó con la electrificación, los ferrocarriles, la fibra óptica y el internet. La pregunta no es si hay exageración —porque la hay—, sino si esa exageración es señal de una burbuja o parte natural de un ciclo tecnológico.

Azhar propone analizar el momento actual como un tablero con cinco indicadores clave. Ninguno por sí solo dicta el diagnóstico, pero juntos permiten medir el nivel de riesgo. Son los cinco termómetros que, según él, deben guiar el análisis público y privado sobre la verdadera naturaleza del auge de la IA.

1. ¿Qué tanto está absorbiendo la IA de la economía real?

El primer indicador mide el peso físico y financiero de la IA dentro del sistema productivo. No basta con contar usuarios o descargas de apps; lo importante es cuántos recursos tangibles —energía, materiales, capital, terrenos— se están destinando a sostener la infraestructura que alimenta los modelos. Históricamente, cuando un sector empieza a consumir más del 3% del PIB sin generar retornos equivalentes, la corrección suele ser inevitable.

Hoy, según Azhar, la inversión global en centros de datos, chips y redes eléctricas asociadas a la IA ronda entre el 0.8% y el 1% del PIB mundial. Es una cifra alta, pero todavía lejos de niveles críticos. En otras palabras: la IA crece rápido, pero aún no amenaza la estabilidad macroeconómica.

2. ¿La industria puede pagar lo que está construyendo?

El segundo termómetro pregunta si el gasto en IA se está financiando con ingresos reales o con expectativas. Las grandes tecnológicas —Microsoft, Google, Meta y Amazon— están invirtiendo cientos de miles de millones de dólares en ampliar su capacidad computacional. Sin embargo, los ingresos directos derivados de productos con IA siguen siendo modestos.

Azhar calcula que solo entre 16% y 20% de esas inversiones provienen de ingresos reales ligados a IA; el resto son apuestas estratégicas a largo plazo. Esto no significa que haya una burbuja, pero sí que el modelo de negocio aún no se consolida. El crecimiento actual depende más de la liquidez de los gigantes tecnológicos que de mercados maduros.

3. ¿Qué tan infladas están las valuaciones?

Toda burbuja se distingue por una brecha entre el valor real y el valor de mercado. Las empresas vinculadas a la IA —desde fabricantes de chips hasta desarrolladores de modelos generativos— han visto duplicarse o triplicarse sus valuaciones en muy poco tiempo. Sin embargo, la comparación histórica importa: durante la burbuja puntocom del año 2000, hubo compañías sin ingresos ni productos funcionales que valían más que corporaciones centenarias.

Hoy, aunque los múltiplos son elevados, muchas firmas sí tienen productos rentables y millones de usuarios. Azhar considera que los precios actuales son altos, pero no delirantes. Estamos más cerca de un ciclo de entusiasmo caro que de una euforia desconectada de la realidad. La prudencia manda observar con calma, no alarmarse.

4. ¿De dónde viene el dinero?

El cuarto medidor analiza la estructura financiera del sector. No es lo mismo una industria financiada con capital propio que una sostenida con deuda. En el caso de la IA, buena parte del dinero proviene de los balances de las grandes tecnológicas, lo cual sirve como colchón: si el ciclo se desacelera, las pérdidas quedarían dentro de las empresas y no contagiarían al sistema financiero.

Aun así, hay señales que merecen atención. Algunos proveedores de hardware ya ofrecen esquemas de crédito a clientes para acelerar la adopción, lo que puede ser riesgoso si la demanda no se materializa. Azhar advierte: la calidad del capital importa tanto como su cantidad. Un auge financiado con efectivo es más saludable que uno sostenido con deuda frágil.

5. ¿Ya hay señales de locura?

El último termómetro es más difícil de medir: el nivel de irracionalidad del mercado. En burbujas anteriores abundaban los delirios tecnológicos, los trucos contables y las promesas imposibles. Incluso hubo casos en que los propios proveedores financiaban a sus clientes para inflar artificialmente la demanda.

En la IA hay exageraciones retóricas, sí, pero todavía no hay irracionalidad sistémica. Los bancos están cautos, los reguladores actúan más rápido que en el pasado y buena parte del mercado mantiene un escepticismo razonable. Más que una fiebre colectiva, hay una mezcla de entusiasmo y vigilancia.

Un tablero para decisiones responsables

El gran mérito del marco de Azhar es que transforma una conversación emocional en una evaluación basada en hechos. Ninguno de los cinco indicadores, por sí solo, define si estamos o no en una burbuja, pero juntos ofrecen un sistema de alerta temprana útil para gobiernos, inversionistas y ciudadanos.

La IA puede convertirse en uno de los motores productivos del siglo XXI, pero también en un foco de sobreinversión si los incentivos se distorsionan. La clave es observar con disciplina los datos correctos.

Crédito: Azeem Azhar, LinkedIn

México frente al tablero

Este análisis no es ajeno a México. El país puede aprovechar la ola de inversión en IA si identifica con claridad los eslabones donde puede participar.  Adoptar sin estrategia o prohibir sin análisis conduciría al mismo resultado: el rezago. Y, necesita una política que combine ambición con prudencia, observar estos cinco termómetros es un buen punto de partida.

Conclusión: diagnóstico abierto, vigilancia constante

Azeem Azhar concluye que la IA todavía no es una burbuja, pero tampoco está libre de serlo. Su tablero, disponible en su página de LinkedIn, muestra señales mixtas: algunos indicadores en verde, otros en amarillo, ninguno en rojo. El veredicto final tardará años. Mientras tanto, lo importante es no perder de vista los datos.

Entre la euforia tecnológica y el pesimismo crónico hay espacio para el análisis sereno. Ese es el terreno donde deben situarse las políticas públicas, las estrategias empresariales y las decisiones individuales. La pregunta “¿IA o puro humo?” no tiene una respuesta definitiva, pero sí cinco parámetros claros para pensarla con cabeza fría.

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Por Emilio Carrillo Peñafiel, socio de Pérez Correa-González, abogado especializado en temas de financiamiento, tecnología y fusiones y adquisiciones.

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