Muchos de nosotros nunca habíamos oído hablar de CrowdStrike antes del 19 de julio de este año, cuando esa compañía inundó el mundo con pantallas azules que amenazaban con impedir la rotación de la Tierra. En lo personal sufrí un retraso de más de 5 horas en un vuelo nacional, pero algunos amigos continuaron varados por más de tres días.
Dada la peculiaridad de este evento, encontré un artículo al respecto escrito por Susie Alegre y publicado recientemente por el Centro de Internacional para la Innovación en Gobernanza (CIGI) que me parece describe de manera clara y contundente lo vulnerables que ahora somos, al incorporar la tecnología a cada rincón de nuestra vida. A continuación le expongo las principales ideas de la señora Alegre, traducidas y editadas por mí.
Una ola global
La ola que comenzó como una defectuosa actualización de sistemas de seguridad en Australia se extendió por todo el planeta paralizando aviones, paralizando servicios bancarios, impidiendo operaciones médicas y causando retrasos en vuelos. Fue una interrupción global sin precedentes en el funcionamiento de la ahora vital infraestructura tecnológica, desencadenada por una sola empresa que tuvo un mal día.
El daño causado por el incidente de CrowdStrike aún no se ha cuantificado, aunque las estimaciones ascienden ya a los miles de millones de dólares. Sin duda la empresa enfrentará demandas en todo el mundo mientras los afectados buscan a alguien a quien culpar.
Pero además de todo lo relacionado con la responsabilidad legal, la interrupción global en las tecnologías de la información resalta la fragilidad de nuestra sociedad optimizada por la tecnología, especialmente cuando gran parte de aquella de la que dependemos está concentrada en manos de un pequeño número de mega-corporaciones.
Fue la conexión de CrowdStrike con los sistemas de Microsoft lo que le dio alcance global y un impacto colosal a esta interrupción: los sistemas Windows dominan mundialmente la infraestructura de software tanto del sector público como del privado.
Un peligro insospechado
Y no es solamente un fallo en la infraestructura tecnológica lo que podría dejar a la humanidad en la noche. Actores malintencionados, mantenimiento defectuoso, escasez de energía, sequías o falta de fondos podrían causar estragos en los sistemas de los cuales dependemos.
Los hospitales han sido durante mucho tiempo el objetivo de actores maliciosos. Solo este año, un ciberataque a hospitales en Londres, en el Reino Unido, causó la postergación de 1,130 operaciones previamente agendadas y de 2,190 cirugías ambulatorias. Para las personas afectadas ello pudo haber tenido consecuencias que les cambiaron la vida.
La nube y sus riesgos
El error humano no es el único talón de Aquiles de nuestra dependencia tecnológica. Confiamos nuestras vidas a la nube como si fuera un espacio mágico, etéreo e intocable. Pero en realidad estamos almacenando nuestras vidas digitales en centros de datos ambientalmente insostenibles que son tanto vulnerables a, como causa de, riesgos mucho menos sofisticados que la tecnología que alojan.
En 2021, OVHCloud, el mayor proveedor de “hosting” en la nube de Europa y el tercero más grande del mundo, vio cómo dos enormes centros de datos fueron destruidos por un incendio nocturno y otros dos cerrados temporalmente para evitar más daños.
Pero el impacto fue mucho más allá del incendio que ocurrió en Estrasburgo, Francia: en su apogeo, 3.6 millones de sitios web estaban caídos. Los servicios de intercambio de criptomonedas, de cifrado (“encryption”), noticieros y sitios web gubernamentales se vieron también afectados.
Datos perdidos, ¿los necesitamos?
Pero quizás lo más preocupante era que gran parte de los datos afectados en el incendio de OVHCloud era irrecuperable. Entonces surge la pregunta: ¿realmente necesitamos esos centros de datos a tan gran escala? Y si es así, ¿cómo los protegemos? La concentración de tantos datos en un solo lugar, con copias de seguridad almacenadas en el mismo sitio, aseguró la destrucción total de todos sus registros digitales.
A medida que las grandes empresas tecnológicas se apresuran a construir más y más centros de datos para satisfacer las enormes necesidades de la inteligencia artificial (IA) generativa, el riesgo de incendio se incrementa en lugares donde esta sedienta tecnología está dejando a las personas y al planeta secos. Nuestra dependencia de las grandes empresas tecnológicas está convirtiendo nuestro planeta en una caja de cerillos.
El conocimiento humano queda atrapado
Y en una versión actual de las antiguas quemas de libros, el año pasado la Biblioteca Británica, repositorio de siglos de conocimiento, fue víctima de un ataque de ransomware que dejó su catálogo fuera de línea durante meses y expuso cantidades incalculables de datos sensibles al mal uso de actores mal intencionados.
Estantes llenos de libros antiguos y modernos, almacenados cuidadosamente en entornos con control de temperatura, no podían ser leídos. Cuando la tecnología falló, el conocimiento humano quedó atrapado detrás de barrotes invisibles. Necesitamos realizar copias de seguridad analógicas para aquellas ocasiones en que los sistemas nos fallen.
Un futuro sostenible implica que debemos estar preparados para alejarnos de la tecnología. Así como la investigación ha demostrado que la dependencia de los sistemas GPS afecta negativamente nuestra capacidad para navegar por el mundo por nuestra cuenta, un estudio reciente parece mostrar que la dependencia en la IA generativa puede mejorar los resultados de los estudiantes durante el período en que la usan, pero empeora su desempeño en el largo plazo.
Nuestra adicción a tecnologías que están controladas por unos pocos puede dejarnos, literalmente, incapaces de encontrar nuestro camino si, y cuando, nos quedemos a oscuras.
El “crash” global causado por CrowdStrike debería hacernos reflexionar sobre algunas cuestiones vitales para nuestro futuro: ¿para qué necesitamos realmente la tecnología?, ¿cómo protegemos la infraestructura de la que dependemos?¿cómo nos aseguramos de que podremos seguir adelante sin esa infraestructura?
No podemos ignorar los riesgos que conlleva la dependencia de la tecnología, en nuestra apresurada carrera por abrazar sus aspectos positivos. Cuando miramos hacia el futuro, debemos estar listos para ver con claridad, incluso cuando nos quedemos “de noche”.
El artículo original de Susie Alegre fue primeramente publicado por Tech Policy Press.
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Por Emilio Carrillo, abogado especializado en temas de financiamiento, tecnología y M&A. X: @ecarrillop; página web: pcga.mx. Las opiniones expresadas son personales del autor y no constituyen recomendaciones de inversión; las inversiones en tecnologías novedosas son de muy alto riesgo y cabe la posibilidad de que todos los recursos destinados a ellas podrían perderse.