De los miles de asteroides que orbitan en el Sistema Solar hay uno que específicamente es objeto de investigación por parte de los astrónomos por la probabilidad de que pueda impactarse contra la Tierra. Se trata de Bennu, de 500 metros de ancho. Por ello, científicos acaban de hacer una simulación de qué pasaría si esta roca espacial choca contra nuestro planeta y qué partes serían las que estarían en un peligro inminente.
El asteroide Bennu tiene una probabilidad de 1 entre 2,700 de chocar contra la Tierra en el año 2182. Si bien la posibilidad de impacto es escasa, una nueva simulación ha revelado qué sucedería exactamente si la roca espacial se impacta contra nuestro planeta.
Los investigadores descubrieron que, además de que ocurriría una gran explosión que provocaría terremotos y tsunamis, el impacto del asteroide Bennu levantaría suficiente polvo como para desencadenar un "invierno de impacto" de dos años de duración en la Tierra.
Nueva simulación detalla qué pasaría si el asteroide Bennu impacta contra la Tierra en el año 2182
Utilizando una supercomputadora y simulaciones climáticas de vanguardia, investigadores de la Universidad Nacional de Pusan en Corea del Sur predijeron lo que sucedería si el asteroide Bennu inyectara millones de toneladas de polvo en la atmósfera al impactar contra la Tierra.
A medida que el polvo bloquee la luz del sol, la Tierra se volvería fría y seca, con temperaturas que caerían a los 4 grados Centígrados y las precipitaciones globales se reducirían en un 15 por ciento. En algunas zonas, incluida América del Norte, las precipitaciones caerían entre un 30 y un 60 por ciento, lo que haría casi imposible cultivar.
El autor principal de la simulación, el doctor Lan Dai, afirmó que este impacto "probablemente provocaría perturbaciones masivas en la seguridad alimentaria mundial". A diferencia del asteroide Chicxulub que acabó con los dinosaurios y que impactó en Yucatán, México, una colisión con el asteroide Bennu no necesariamente desencadenaría un evento de extinción masiva.
Se cree que asteroides del tamaño de Bennu chocan contra la Tierra cada 100, 000 o 200, 000 años, por lo que es probable que nuestros primeros ancestros ya hayan sobrevivido a uno de estos impactos. Lo que tendrían en común el impacto de Chicxulub y Bennu es la alteración masiva de los patrones climáticos globales.
Al igual que el teorizado "invierno nuclear" que seguiría a una guerra termonuclear, la explosión del impacto de un asteroide expulsaría una enorme columna de polvo a la atmósfera. Si el asteroide Bennu golpeara la Tierra, el doctor Dai y sus coautores estiman que entre 100 y 400 millones de toneladas de polvo permanecerían sobre la Tierra durante unos dos años.
Esas partículas de polvo actuarían como un enorme paraguas planetario, protegiendo a la Tierra de la radiación solar y reflejando la energía térmica hacia el espacio. En su punto máximo, la cantidad de radiación de onda corta que llegaría al planeta caería un 28 por ciento.
Del mismo modo, los promedios de temperatura global caerían entre 1,6 grados centígrados y 4.0 centígrados siendo Eurasia y América del Norte las regiones de la Tierra más afectadas al experimentar un enfriamiento severo. La simulación también mostró que el enfriamiento global persistiría hasta cuatro años después del impacto, con una lenta recuperación que comenzaría después de 24 meses.
El impacto del asteroide Bennu en la Tierra también alteraría los patrones de evaporación sobre los océanos provocando un "secado masivo" en muchas partes del mundo. Para empeorar las cosas, la nube de polvo de Bennu también causaría una rápida erosión de la capa de ozono a medida que la radiación y el calor quedarían atrapados en la atmósfera superior.
La simulación y el artículo derivado de este estudio se publicó en Science Advances, en donde como conclusión los investigadores detallaron que estos cambios "reducirían gravemente la idoneidad del hábitat para los humanos".
"El abrupto invierno de impacto proporcionaría condiciones climáticas desfavorables para el crecimiento de las plantas, lo que llevaría a una reducción inicial del 20 al 30 por ciento de la fotosíntesis en los ecosistemas terrestres y marinos".
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