Un grupo de investigadores de la Universidad de Sidney, Australia, trabajan en un tipo de inyección compuesta de proteínas que busca revertir la pérdida de elasticidad del tejido cardíaco luego de un infarto. Dicho de manera más sencilla, están desarrollando un producto que pretende regenerar la zona dañada tras un infarto cardiovascular.
Es importante remarcar que tras un infarto, el músculo cardíaco presenta diversas secuelas que pueden convertirse en una cicatriz permanente.
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Esta cicatriz es capaz de ocasionar complicaciones en el bombeo y transporte de la sangre por todo el torrente sanguíneo debido a la falta de elasticidad y flexibilidad. Tras un primer infarto, esta zona ya no puede volver a su estado original por lo que comienza a deteriorarse de manera gradual.
Un invento de gran ayuda
Las enfermedades cardiovasculares se han convertido en la principal causa de muerte en la población mundial. Se calcula que al año mueren más de 17 millones de personas debido a diversas afecciones como infartos de miocardio, ataques cerebrovasculares, entre otras.
Por lo anterior, los científicos de la Universidad de Sidney estarían trabajando con una proteína especial llamada tropoelastina, la cual haría retroceder o inhibir el daño muscular en el tejido cardíaco.
“Esta investigación pone de manifiesto el potencial de la tropoelastina en la reparación cardiaca y sugiere que nuevos trabajos mostrarán posibilidades apasionantes de su papel en futuros tratamientos y terapias”, declaró Robert Hume, investigador principal del estudio el cual se publicó, por primera vez, en la revista especializada Circulation Research.
El invento ya ha sido probado en el corazón de ratas de laboratorio, las cuales fueron inyectadas luego de inducirles un infarto. Tras 28 días de observación, el músculo cardíaco de los animales, el cual había sido dañado y cicatrizado, recuperó parte de su elasticidad y volvió a sus funciones antes del infarto.
“La tropoelastina puede reparar el corazón porque es una réplica exacta de la proteína elástica natural del organismo”, comentó Anthony Weiss, coautor de la investigación realizada en el Instituto Westmead de Investigación Médica de Sidney.
Aunque aún no se sabe con exactitud el momento en el que el invento pueda pasar a pruebas humanas, lo cierto es que los primeros resultados arrojan pruebas positivas y esperanzadoras.
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