El pasado 9 de mayo, en su primera alocución a los cardenales, el Papa León XIV declaró que la inteligencia artificial (IA) es uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad. Su afirmación no es exagerada. La IA ha dejado de ser una mera herramienta tecnológica para convertirse en un fenómeno que redefine el trabajo, la justicia y la dignidad humana. La Iglesia Católica, con su tradición de pensamiento social, tiene un papel crucial en la orientación ética de esta revolución.
La preocupación del Papa no surge en el vacío. Su predecesor, el Papa Francisco ya había advertido sobre los riesgos de la IA, al señalar que “la dignidad humana nunca debe ser violada en nombre de la eficiencia” y recordar los peligros del “paradigma tecnocrático” que visualiza a todos los problemas como susceptibles de resolverse a través de la tecnología.
En un mundo donde las decisiones automatizadas afectan desde la contratación laboral hasta la administración de justicia, la advertencia es pertinente. La IA no es solo una cuestión técnica; es un asunto moral y social que exige una reflexión profunda. En su pregón, León XIV explicó que su elección de nombre está inspirada en el Papa León XIII, quien gobernó la Iglesia Católica entre 1878 y 1903 y estableció las bases del pensamiento social católico moderno.
En su encíclica “Rerum Novarum” de 1891, León XIII abordó los derechos de los trabajadores así como el capitalismo en el contexto de la Revolución Industrial. Siguiendo esta tradición, el Papa León XIV señaló que la Iglesia Católica debe ofrecer su enseñanza social como respuesta a la nueva revolución industrial impulsada por la IA.
El Papa también reafirmó su compromiso con las reformas modernizadoras de su predecesor, quien en sus últimos años de pontificado expresó preocupaciones sobre los riesgos de la IA. Francisco había advertido que esta tecnología podría reducir las relaciones humanas a meros algoritmos y pidió un tratado internacional para regular su desarrollo.
En 2024, utilizó su mensaje anual de paz para insistir en la necesidad de garantizar que la IA se desarrolle de manera ética, con valores humanos como la compasión, la moralidad y el perdón.
León XIV enfatizó que la Iglesia Católica debe desempeñar un papel activo en la orientación ética de la IA, asegurando que su desarrollo no comprometa la dignidad humana ni la justicia social. Su discurso sugiere que este papado continuará la labor de Francisco en la defensa de los derechos de los trabajadores y la regulación de la tecnología para evitar que se convierta en una herramienta de exclusión o injusticia.
El impacto de la IA en la dignidad humana
Uno de los aspectos más preocupantes de la IA es su capacidad para influir en la percepción de la dignidad humana. En un sistema donde los algoritmos determinan quién recibe un préstamo, quién es contratado o incluso quién es considerado un ciudadano confiable, existe el riesgo de que la dignidad de la persona se vea reducida a patrones de datos.
La Iglesia Católica ha defendido históricamente la idea de que la dignidad humana es intrínseca y no puede ser cuantificada ni condicionada por factores externos. Sin embargo, la IA, cuando se usa sin principios éticos claros, puede socavar esta visión. Un ejemplo ilustrativo es el uso de sistemas de reconocimiento facial y vigilancia masiva.
En algunos países estos sistemas han sido empleados para monitorear poblaciones enteras, clasificando a los ciudadanos según su comportamiento y restringiendo sus libertades con base en decisiones algorítmicas. Esto plantea una pregunta fundamental: ¿Puede una máquina definir a una persona? La respuesta debería ser un rotundo no. La dignidad humana no puede estar sujeta a cálculos estadísticos ni a modelos predictivos.
La justicia en la era de la automatización
Otro desafío que plantea la IA es su impacto en la justicia. En teoría, los algoritmos pueden ayudar a reducir la parcialidad en decisiones legales y administrativas. Sin embargo, la realidad ha demostrado que éstos sistemas pueden perpetuar y amplificar sesgos existentes.
Un estudio realizado en Estados Unidos reveló que algunos algoritmos utilizados en el sistema judicial tendían a predecir tasas de reincidencia más altas para personas de ciertos grupos raciales, lo que llevó a decisiones discriminatorias en la emisión de sentencias y el otorgamiento de beneficios de libertad condicional.
Este problema no es exclusivo del ámbito legal. En el mercado laboral, los sistemas de contratación automatizados han mostrado sesgos contra mujeres y minorías, favoreciendo perfiles que históricamente han dominado ciertas industrias. Si la IA se convierte en el árbitro de oportunidades y derechos, sin una supervisión ética adecuada corremos el riesgo de consolidar desigualdades en lugar de corregirlas.
El futuro del trabajo y la responsabilidad social
El Papa León XIV también mencionó el impacto de la IA en el trabajo, un tema que ha generado intensos debates en los últimos años. La automatización ha reemplazado millones de empleos en sectores como la manufactura, el comercio y los servicios. Si bien la tecnología ha creado nuevas oportunidades, también ha dejado a muchas personas sin alternativas laborales viables.
La doctrina social de la Iglesia Católica ha insistido en la importancia del trabajo como un medio de realización personal y contribución a la sociedad. Si la IA desplaza a los trabajadores sin ofrecerles opciones de reinserción laboral, se crea un problema ético. No podemos permitir que el progreso tecnológico beneficie solo a unos pocos mientras deja a otros muchos en la marginación.
El llamado a una regulación ética
El Papa León XIV no es el único líder que ha pedido una regulación ética de la IA. Organismos internacionales como la ONU y la Unión Europea han propuesto marcos normativos para garantizar que la IA se desarrolle de manera responsable. Sin embargo, la regulación sigue siendo insuficiente en muchos aspectos, dados los rápidos avances y la capacidad de la IA para generar nueva información nunca antes vista.
La Iglesia Católica puede contribuir a este debate ofreciendo una perspectiva basada en la dignidad humana y la justicia social. No se trata solo de establecer límites legales, sino de fomentar una cultura de responsabilidad en el desarrollo tecnológico.
Un desafío que requiere acción
La declaración del Papa León XIV sobre la IA como uno de los grandes desafíos de la humanidad no es una exageración. La inteligencia artificial tiene el potencial de transformar profundamente la sociedad, para bien o para mal. Su impacto en la dignidad humana, la justicia y el trabajo exige una reflexión ética seria y una acción concreta.
El llamado del Papa es una invitación a la acción. Gobiernos, empresas y ciudadanos debemos asumir la responsabilidad de garantizar que la IA se desarrolle con principios éticos claros. Solo así podremos enfrentar este desafío y convertir la inteligencia artificial en un verdadero avance para la humanidad, en lugar de una amenaza para su dignidad.
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