En las últimas semanas, dos proyectos de ley en discusión en el Congreso de Estados Unidos han captado la atención de los mercados digitales y de los reguladores: el STABLE Act (“Stablecoin Transparency and Accountability for a Better Ledger Economy Act”) y el GENIUS Act (“Guiding and Establishing National Innovation for U.S. Stablecoins Act”).
Ambos buscan establecer un marco normativo para las stablecoins —criptomonedas cuyo valor está vinculado de manera fija a activos subyacentes, en este caso al dólar estadounidense, que en razón de tal vinculación mantienen un valor de mercado estable (de ahí su nombre)— y podrían definir no solo el futuro del dinero digital en Estados Unidos, sino también impactar la posición global de la economía mexicana.
El STABLE Act y el GENIUS Act: dos enfoques regulatorios
El STABLE Act propone una regulación federal exclusiva, donde todos los emisores de stablecoins quedarían bajo la supervisión directa de la Reserva Federal (el banco central de los Estados Unidos), sin intervención de autoridades estatales. Además, busca prohibir que grandes empresas tecnológicas —como Meta, X (antes Twitter) o Amazon— puedan emitir sus propias monedas.
Para proteger a los usuarios, establece la obligación de que los emisores mantengan reservas equivalentes 1:1 en dólares o activos altamente líquidos como bonos del Tesoro estadounidense, y los sujeta a auditorías y reportes periódicos obligatorios.
Por su parte, el GENIUS Act plantea un esquema de supervisión dual: los emisores con menos de 10,000 millones de dólares en activos podrán optar por estar regulados a nivel estatal, mientras que aquellos con mayor volumen quedarían bajo control federal. Este proyecto también exige que el monto de las reservas de los emisores sea equivalente al 100% de las stablecoins emitidas y que se presenten reportes mensuales en torno a la liquidez y al cumplimiento de las normas contra el lavado de dinero.
A diferencia del STABLE Act, el GENIUS Act abre la posibilidad para que entidades no bancarias, incluidas las grandes tecnológicas, participen como emisores de stablecoins siempre que cumplan con los requisitos de capitalización y de obtención (y cumplimiento) de licencias.
En resumen, mientras el STABLE Act favorece un control centralizado y estricto, el GENIUS Act apuesta por un enfoque más flexible que podría permitir la participación de una mayor diversidad de actores en el ecosistema de stablecoins.
Riesgos de concentración de poder y desplazamiento bancario
Uno de los principales puntos de preocupación es el posible fortalecimiento excesivo de las empresas tecnológicas (grandes o no). Si una cantidad importante de personas y empresas optara por mantener sus fondos en stablecoins emitidas por estos nuevos jugadores, los bancos tradicionales verán reducida su base de depósitos. Esto limitaría la capacidad de los bancos para otorgar créditos, afectando de manera negativa la actividad económica en general.
Las “big techs”, además, cuentan con plataformas de alcance masivo y potentes algoritmos de recomendación; mismas herramientas que, combinadas con una licencia para emitir stablecoins, podrían utilizar para dirigir de manera natural a sus usuarios hacia el consumo con dinero digital respaldado por la propia plataforma.
Esta dinámica recuerda a las “tiendas de raya” previas a la Revolución Mexicana: las interacciones cotidianas en redes sociales o plataformas de comercio electrónico se transformarían en invitaciones permanentes a los usuarios para gastar sus fondos en stablecoins emitidas por las mismas empresas que les ofrecen productos o servicios.
En cuanto a la privacidad, el panorama también se torna preocupante. Empresas como Facebook y Google ya recopilan vastos volúmenes de datos personales; si estas mismas compañías administraran transacciones financieras, tendrían acceso a información aún más sensible, como patrones de consumo, ubicaciones y preferencias económicas, aumentando su capacidad de vigilancia y construcción de perfiles de usuario de manera sin precedentes.
Oportunidades de innovación y fortalecimiento del dólar
No todo el panorama es sombrío. Regular y legitimar de manera adecuada a las stablecoins podría traer importantes beneficios. En primer lugar, las transferencias de fondos basadas en la blockchain pueden realizarse en cuestión de minutos o incluso segundos, en contraste con los días que suelen requerir los sistemas bancarios tradicionales.
Además, las comisiones para el envío de remesas por este medio podrían disminuir de forma significativa al eliminar comisiones de intermediación, beneficiando especialmente a quienes envían dinero a México.
Las stablecoins reguladas también podrían mejorar la inclusión financiera, especialmente en comunidades rurales o con acceso limitado a la banca. A través de dispositivos móviles, sería posible acceder a servicios básicos de ahorro, pagos y microcréditos, sin necesidad de acudir a una sucursal bancaria ni de contar con un historial crediticio tradicional.
Lecciones para México: prepararse para la nueva era financiera
México no puede permanecer al margen de estos cambios. Nuestro país debe considerar varias líneas de acción. En primer lugar, sería clave acelerar el desarrollo de un peso digital: una moneda digital de banca central (CBDC) emitida por Banco de México que permita transacciones más ágiles y ofrezca una infraestructura competitiva frente a las stablecoins extranjeras.
También sería fundamental fomentar la colaboración con fintechs locales. Integrar start-ups mexicanas al ecosistema blockchain mediante licencias claras y una supervisión eficaz, podría impulsar la innovación sin los riesgos que implican las intervenciones de las “big techs” que apunto arriba. Los “sandboxes” regulatorios —espacios legales de experimentación controlada— serían un instrumento clave en este proceso.
La protección al consumidor y la defensa de la privacidad deberán ser prioridades. México necesita establecer normas estrictas en torno al uso de los datos financieros de los usuarios, garantizando derechos como la minimización en la recopilación de datos y la eliminación oportuna y eficaz de éstos.
Finalmente, será vital promover la educación y alfabetización financiera. Explicar de manera sencilla qué son las stablecoins, sus riesgos y beneficios, permitirá construir confianza en los nuevos sistemas de pago y evitar pánicos derivados de la desinformación.
El riesgo de los conflictos de interés
La historia reciente demuestra que no todos los actores actúan con las mismas motivaciones. Un caso paradigmático es el de World Liberty Financial, entidad respaldada por la familia Trump, que impulsó una stablecoin que fácilmente puede verse asociada a intereses políticos.
Este ejemplo evidencia que, en ausencia de regulación adecuada y sin contrapesos éticos, la emisión de stablecoins puede derivar en conflictos graves, donde actores públicos y con responsabilidades de supervisión intervienen en el mercado financiero digital en beneficio propio.
Para México, este riesgo obliga a exigir transparencia absoluta en el otorgamiento de licencias a emisores de stablecoins, así como la realización de auditorías externas e independientes que no dependan de firmas vinculadas a los interesados en explotar el negocio.
Conclusión: innovación con responsabilidad
En una economía que se digitaliza a gran velocidad, las stablecoins se perfilan como piezas fundamentales del nuevo ecosistema financiero. La verdadera cuestión no es si deben ser reguladas, sino el encontrar el equilibrio adecuado entre innovación y prudencia.
El desafío es construir un marco que permita aprovechar la agilidad, inclusión y reducción de costos que prometen las stablecoins, sin comprometer la estabilidad financiera, el acceso equitativo o la privacidad de los usuarios.
En Estados Unidos, el debate entre el STABLE Act y el GENIUS Act definirá el futuro papel de la Reserva Federal, de los estados integrantes de la Unión, y de las grandes tecnológicas. Para México esta coyuntura representa una advertencia y una oportunidad: o participamos activamente en la creación de un marco propio, o quedaremos sujetos a reglas extranjeras que podrían no ajustarse a nuestras necesidades.
La próxima revolución financiera no ocurrirá en las grandes plazas bursátiles, sino en las blockchains y en los “smart contracts”. México tiene la oportunidad de construir un entorno donde un peso digital conviva con nuevas criptomonedas, donde las fintechs locales prosperen y donde las reglas sean claras.
El equilibrio entre fomentar la innovación y aplicar una regulación responsable será la mejor estrategia para que la economía mexicana no solo resista el tsunami digital, sino que también tome en sus manos su propia metamorfosis.
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